Por Agustín Arosteguy
Género: prosa, páginas: 159, editorial: Rocco, año: 2013.
(Desde Brasil)
La escritora Ieda Magri, autora de “Había una cosa aquí” y de “Ojos de bicho” sigue, en esta segunda parte de una extensa entrevista, contando cómo entiende a su literatura. Los géneros, los vasos comunicantes con América latina y la brevedad de los textos actuales, los principales temas.
-No recuerdo si fue en una página web o en un artículo que leí que llamaron “Había una cosa aquí” de recopilación de cuentos. Por otro lado, en la ficha técnica que consta en el libro, habla de prosa. Dado que posee una fuerte carga poética, ¿cómo categorizarías el libro?
-Este libro tiene una historia divertida: la propia editorial lo inscribió en los premios de poesía de aquel año. En las librerías estaba en el estante de poesía. Fui invitada a dos mesas sobre literatura y me presentaban como poeta. Heloisa dice que el libro es una rapsodia; es muy corto para ser una novela; fue hecho en tres movimientos que tienen conexiones entre sí… Me gusta que el lector pueda ver o no esta conexión: si la ve es una novela corta, si no, son tres historias. Me gusta jugar con los géneros: en el segundo libro, todo un capítulo es una lectura de una obra de teatro. En mi doctorado estudié un autor que colocó la discusión sobre género en las alturas: João Antônio, tenido como uno de los más importantes cuentistas de la década del ’70, muerto en 1996, que hoy vuelve al mercado y está de nuevo disponible para los lectores por la reedición de sus libros por la Cosac e Naify, y que escribió una especie de manifiesto en defensa del texto en lugar de cuento o crónica, procurando un lugar entre el cuento y el reportaje. Organizó sus libros de manera de inviabilizar la clasificación. Tenemos, por ejemplo, un libro como “Copacabana” que podría ser una novela corta, un cuento expandido, una crónica de cien páginas. Tenemos, también, un libro como “Calvários e porres do pingente Afonso Henriques de Lima Barreto” que no podría ser llamado de guión, pero caería bien el nombre de documental… Me gusta la idea de Blanchot, cuando dice que solo importa el libro, lejos de los géneros, sin alinearse a ellos. La clasificación por género atiende a una idea de mercado y, claro, de los premios literarios. Pero creo, y espero tener razón, que los estudiosos de literatura y el jurado literario están abiertos para esa forma medio amorfa que se tornó la prosa contemporánea.
-En la literatura contemporánea es cada vez más común ver libros cortos, de como mucho 100 o 120 páginas. ¿Por qué pensás que está sucediendo eso? ¿Es por falta de ideas, es por el ritmo de vida o por fiaca?
-Me parece que esa idea de que la literatura contemporánea retrocedió porque los libros son cada vez más cortos, es un poco simplista. Leyla Perrone Moisés en la década del ’90 llegó a decir que la literatura se recogió en un rincón porque los libros de ficción se volvieron más cortos y livianos, o sea, escribir libros más cortos sería la constatación de pérdida de poder y de valor de la literatura. Y de la pérdida de interés de los lectores, que en una vida cada vez más agitada, no tendrían más tiempo para leer una literatura de largo aliento, supuestamente de mayor calidad. Pero fíjate bien: ¿qué decir de Los detectives salvajes y de 2666 de Roberto Bolaño? Son libros enormes que se tornaron best-sellers. ¿Y La broma infinita, de David Foster Wallace? En Brasil, Barba empapada de sangre, de Daniel Galera, fue muy premiado y traducido a varios países… Por un lado, pienso que los escritores están escribiendo libros largos. Y ellos no siempre son mejores, o más profundos, o mejor escritos que los más cortos. Ni todo el mundo es Bolaño… Pero, por el otro, no es verdad que sea fácil escribir un libro corto. El ejercicio de síntesis y de desapego es enorme. Y hay escritores simplemente geniales que escriben libros cortos: César Aira, es un ejemplo. Me parece que el tamaño de un libro no es la medida para su rigor. Prefiero un libro corto en donde el escritor corra riesgos a una novelota de seiscientas páginas llena de diálogos naturalistas.
-Como investigadora literaria y profesora de Literatura Brasileña y Teoría de la Literatura, vos has desarrollado varias investigaciones sobre literatura. La última, todavía en proceso, es sobre “La literatura brasileña actual en el contexto de América Latina”. ¿Cómo vos ves la actual producción literaria brasileña y latinoamericana? Con el avance de la tecnología, ¿no era para tener un mayor intercambio literario entre los países latinoamericanos?
-A pesar de la idea de cierta escasez de intercambios entre los países latinoamericanos, mi investigación muestra que la mayoría de los autores brasileños contemporáneos que tienen visibilidad en Brasil, están publicados en Argentina y que esos libros traducidos llegan a México. Lo que no ocurre, por ejemplo, en Costa Rica y en Colombia. (Pero, vale la pena notar que son más de 500 autores que producen y un 10% más o menos tiene alguna visibilidad). Los países de América Latina tienen fronteras muy sólidas en relación con la importación y exportación de libros en el continente. La lengua portuguesa es una de ellas. Hasta dónde pude percibir, estas fronteras son quebradas cuando está involucrado el interés personal de algún investigador y escritor. Los intercambios en las universidades del Sur y Sudeste son responsables en gran medida por la traducción de autores brasileños para el español. Además, es claro, del Proyecto de Apoyo a la Traducción de Autores Brasileños en el Exterior, de la Fundación Biblioteca Nacional.
-¿Estuviste en Buenos Aires?
-A raíz de mi investigación, estuve en Buenos Aires, en San José de Costa Rica y en la Ciudad de México en 2014 y aproveché para anotar y fotografiar los libros de autores brasileños vivos presentes en las librerías. En la Ciudad de México estaba Carlito Azevedo, João Gilberto Noll, Paula Parisot y Rubem Fonseca. No quiere decir que solo haya esos. Sé que la traductora Paula Abramo tradujo recientemente a Luiz Ruffato, Joca Reiners Terron y Rafael Cardozo. Y por el proyecto de Apoyo a Traducciones, tenemos a Cristóvão Tezza, Ricardo Corona, Cláudio Daniel, Antônio Moura y Raphael Dracon, y que no estaban en aquella época en las librerías que visité. En la Argentina, podemos vislumbrar tres editoriales que se ocupan de la publicación brasileña de modo sistemático: Adriana Hidalgo, con una pequeña pero significativa colección con distribución también en México; Corregidor, con la mayor colección, la Vereda Brasil, coordinada por los profesores Maria Antonieta Pereira (UFMG), Florência Garamuño (Universidad San Andrés) y Gonzalo Aguilar (UBA); y publicaciones aisladas como las de Eterna Cadencia, con Luiz Ruffato y Paloma Vidal, y la de Santiago Arcos Editor, que publicó a Marcelino Freire y Andrea del Fuego. Por el lado de Brasil, hay publicados pocos autores hispanoamericanos vivos en relación al número de publicaciones que circulan por los países de lengua española: los mexicanos Juan Villoro, Juan Pablo Villalobos, Mario Bellatin, Guillermo Arriaga e Ignacio Padilla y los argentinos Andrés Neuman, Pola Oloixarac, Alan Pauls, César Aira y Rodrigo Fresán. Todos publicados y presentes en las librerías brasileñas (es decir, Rio de Janeiro y San Pablo) por cuenta de sus participaciones en la Fiesta Literaria Internacional de Paraty (FLIP), además de los cubanos Leonardo Padura y Zoé Valdés, del peruano Daniel Alarcón, del chileno Alejandro Zambra y de los colombianos Juan Gabriel Vásquez y Fernando Vallejo. Después tenemos el caso de la colección Otra Língua, que publicó a autores latinoamericanos vivos como Aira, Fabián Casas, Julián Herbert y Guadalupe Nettel, Eduardo Halfon, Maximiliano Barrientes, Horacio Castellanos Moya. Los intercambios, entonces, son más entre los propios escritores y quedan circunscriptos a un público específico. ¿Pero la literatura latinoamericana actual no está toda ella circunscripta a un público específico? Los intercambios existen, pero de una manera no muy fácil de rastrear. Dentro de Brasil es difícil mapear la visibilidad de los autores en producción, ya que muchos son conocidísimos en el Nordeste o en el Sur pero no en el Sudeste. La literatura más conocida está en el Sudeste y, con frecuencia, es tomada como la única hecha en Brasil.
-¿Te parece que haber nacido en Aguas Frías, una ciudad con aproximadamente 2500 habitantes, influenció, primero, en tu decisión de ser escritora y, segundo, en la forma y estilo de tu escritura?
-Me parece que el lugar donde pasamos la infancia, el período de formación, influencia la escritura en la medida en que pauta una forma de ver y de lidiar con el mundo. Haber nacido en Aguas Frías significa para mí experimentar el mundo en un lugar pequeño, sofocado por un control absurdo del cuerpo y del pensamiento, un lugar donde todos saben de todos y que la vida íntima muy rápidamente gana foro público. Por otro lado, significa también experimentar el mundo como comunidad, en donde quien no tiene qué comer o un trabajo es ayudado por todos. Es experimentar el mundo como un lugar donde no hay indiferencia. Y eso es también asusta, además de ser algo positivo. Porque el moralismo y la intolerancia están en todos los lugares. Tal vez, la idea más radical para la escritura es comprender que todas las decisiones, inclusive la de no usar el pretérito pluscuamperfecto, son las decisiones políticas. Que todo lo que escribimos nos coloca en diálogo con las cuestiones de la literatura, pero también con las cuestiones del mundo porque la literatura toca las cuerdas sensibles de aquellos que leen. Me parece que ese sentimiento de estar siempre entre las cuerdas de la sensibilidad y de la política (en el sentido de implicación pública), en cierta forma apunta para la mixtura entre lo íntimo y lo externo, para aquello que abre el campo para la imaginación y la experimentación, para las formas más abiertas, para el juego con el teatro, para el interés de partir de algo que puede decir algo solamente a mí y que por el trabajo puede tornarse de interés para otros.
-Ya que este espacio en el suplemento es para generar e incentivar el intercambio literario entre Brasil y Argentina, ¿me gustaría saber si vos tenés algún libro, cuento o poema publicado en Argentina?
-No tengo nada publicado fuera de Brasil. Julia Tomasini, excelente traductora argentina que vive en Brasil en este momento, hizo una traducción de uno de los capítulos de “Ojos de bicho” para la Machado de Assis Magazine, que posee circulación internacional: http://www.machadodeassismagazine.bn.br/new/adm/images/edicoes/%20Machado_07_v2.pdf. Pero puede decir que soy una escritora prácticamente invisible en el vasto mundo de la literatura brasileña.
¿Quién es?
Ieda Magri (Aguas Frías, 1977): es doctora en Literatura Brasileña por la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), donde alecciona Teoría de la Literatura. Estrenó en la literatura en el 2007 con el libro Tinha uma coisa aqui (Había una cosa aquí). Olhos de bicho (Ojos de bicho) fue finalista del Premio San Pablo de Literatura en 2014. Posee algunos cuentos publicados en antologías.